La actualidad siempre va más rápido que los textos reflexivos, los debates en Twitter se encienden y se apagan tan rápido como una cerilla y el rastro que dejan impregna nuestro sistema límbico y quizás nos hace bajar a las bajas pasiones del reptiliano no dejando espacio ni tiempo a que el neocórtex piense, reflexione, compare, contraste y emita un veredicto.
Por lo tanto, nos mantendremos al margen de debates actuales sobre la relación especial entre padres, profesores y autoridades educativas, y entraremos a reflexionar sobre cómo podemos colaborar en la educación socioemocional de los hijos/as y futuras generaciones. La comunidad que rodea la escuela tiene un poder en sí misma, que se debe aprovechar para cohesionar.
Muchas veces nos creemos muy diferentes al resto o nos vemos muy solos, pero cuando encontramos a alguien con quien compartimos aficiones y hábitos nos sentimos más apoyados; encontrar estos puntos de conexión con los demás nos hace estar más conectados. Si estos valores los podemos transmitir a los alumnos y proponer algunas dinámicas los primeros días de clase para que entre ellos conozcan sus aficiones e intereses, y además lo reforzamos en casa, sentiremos que tanto nuestros hijos como nosotros estamos más conectados con la comunidad.
Aquellos alumnos que tienen problemas necesitan saber que no están solos, que entre los padres, la escuela y los compañeros, con empatía, podremos comprenderlos y apoyarlos. Esto también necesita de un equipo docente coordinado. Y si los adultos tenemos esta mirada, los estudiantes también aceptarán con más rapidez ayudar a los demás y buscar una solución a los conflictos antes de defenderse.
Las relaciones padres-profesores pueden ser difíciles para ambas partes—en la bibliografía actual encontrará artículos, dossiers, etc. sobre el tema; nosotros mismos alguna vez hemos escrito sobre las relaciones familia-escuela, sobre todo cuando hablamos de los retos académicos o del comportamiento del estudiante. Los alumnos siempre salen perdiendo cuando los adultos entran en un juego relacional con culpas, luchas de poder o desconexión cultural como ejes centrales de su relación.
Los estudiantes necesitan ciertas habilidades y competencias en su desarrollo socioemocional; en este caso, la escuela como agente socializador juega un papel muy importante. Estas competencias, recogidas también por el Departamento en el currículo, están orientadas a ayudar a los alumnos a prosperar en un mundo complejo e interconectado. Aun así, el aprendizaje socioemocional se produce en todo momento, no sólo en la escuela: también en casa, con los amigos, con los compañeros de equipo…
En última instancia, una buena colaboración padres-profesores requiere de una «humildad cultural» por parte del profesor; para el desarrollo de un niño se forma en primer lugar por su proximidad a la estructura familiar y la cultura.
Tanto si los profesores están intentando enseñar lecciones explícitas sobre el aprendizaje socioemocional como si lo incorporan en el aula durante todo el día, tendrán más éxito si saben qué mensajes reciben los estudiantes en casa por la noche; por ello, el contacto y la relación profesor-padres es tan relevante. Las escuelas también deben ser receptoras de la experiencia parental, no sólo creer que los padres son receptores de nuestra experiencia.
Cuando los profesores saben cómo se relacionan los estudiantes con sus padres y hermanos pueden adaptar sus expectativas e instrucciones. El lenguaje empleado también es importante: a veces estamos acostumbrados a hablar con unos términos entre profesionales que ni padres ni estudiantes tienen por qué conocer; este lenguaje crea realidades, y a veces el uso de determinadas palabras técnicas nos sitúa en planos diferentes de la conversación, como si estuviéramos en otra realidad, cuando muchas veces estos mismos conceptos ya se valoran desde casa, aunque quizás en otros términos.
Si todos los agentes educativos vamos en la misma dirección, y también los mensajes, podemos ayudar a los niños y niñas a sentirse más cómodos en el aula y en la escuela, no sólo en el aprendizaje emocional. Y los estudiantes son conscientes cuando la escuela y la familia resuenan en la misma frecuencia.
Construir estas conexiones requiere cierta proactividad y esto puede ser difícil, pero quizás es mejor contactar con una nota positiva que esperar un momento tenso, como un retraso, una actuación disciplinaria o una nota en la agenda por alguna falta leve. Sólo el hecho de proponernos compartir algún aspecto positivo de su hijo/a ya situará nuestra mirada en otra perspectiva.
El desarrollo socioemocional no es como el aprendizaje académico, donde los niños aprenden todo lo que necesitan saber en la escuela. Ningún currículo puede cubrir la amplia gama de habilidades y competencias necesarias para tener relaciones de éxito a lo largo de la vida.
Las últimas investigaciones de Jennifer S. Miller y Shannon B. Wanless ponen de manifiesto que si los padres y profesores pueden colaborar cubrirán una base más amplia de competencias de los niños y las niñas que no si lo hicieran solos. Trabajando juntos reforzamos un sistema de apoyo y cohesión unos por otros y por los niños que amamos.