El pasado 2 de febrero tuvo lugar la Ceremonia de Entrega de la 33.ª edición de los Premios Goya, un acontecimiento social y artístico donde el propósito fundamental era entregar los premios a las películas y profesionales galardonados.
No obstante, hay ocasiones en las que las ceremonias destinadas a fines culturales y lúdicos se convierten en el escaparate de otras cuestiones de índole social o político. Este año, el gran protagonista de la Gala fue Jesús Vidal, actor de 43 años con una discapacidad visual del 90% y premiado como mejor actor revelación por su papel en Campeones, una cinta de Javier Fesser. Vidal comenzaba su discurso con estas palabras: “Ustedes no saben lo que han hecho”, cuando recogía con sorpresa su premio. Vidal habló emocionado, pero con un mensaje tan claro y directo que llegó a los oídos y el corazón de todo aquel que le escuchaba: “Señores de la Academia, han distinguido a un actor con discapacidad, no saben lo que han hecho. Ahora solo se me ocurren tres palabras: INCLUSIÓN, DIVERSIDAD Y VISIBILIDAD. ¡Qué emoción siento!”. Este ha sido considerado uno de los momentos más memorables de la noche del cine español par muchos tabloides.
Acabado el discurso, todo el auditorio se puso en pie para celebrar su triunfo con una emocionada ovación.
El acceso a una vida social y ciudadana completa para las personas discapacitadas es uno de los objetivos y de las ambiciones declarados en el Plan de Inclusión Social para Personas con Discapacidad. El Plan pretende plasmar el espíritu de la Ley General de Derechos de las Personas con Discapacidad y de su Inclusión Social, aprobada por Real Decreto Legislativo el 29 de noviembre de 2013. Esta Ley supone el reconocimiento expreso de que las personas con discapacidad son titulares de derechos y los poderes públicos están obligados a garantizar su ejercicio pleno. En el ámbito territorial, el Instituto Municipal de Personas con Discapacidad (IMPD) y Barcelona Activa presentaron, en el espacio InnoBa, el Plan de Acción 2018-2019 para la inclusión social, el empleo y la promoción económica de las personas con diversidad funcional en el mercado ordinario de trabajo. El objetivo es definir y dar impulso a medidas para la integración de personas con discapacidad en el mundo laboral a través de la ampliación, la potenciación y la visibilización del conjunto de acciones impulsadas por Barcelona Activa y el IMPD. El plan tiene tres líneas de actuación: primero, políticas activas de empleo para personas con discapacidad o diversidad funcional; en segundo lugar, emprendimiento y fortalecimiento empresarial en el ámbito de la economía social y la discapacidad, y por último, la visibilización y sensibilización.
Los principios de este plan son la promoción de los derechos sociales; la no discriminación; la igualdad de oportunidades en todos los ámbitos de actuación municipal, teniendo en cuenta la perspectiva de género; la accesibilidad universal a bienes, entornos y servicios; la participación social, la coordinación intramunicipal e interadministrativa y la atención a la diversidad de las personas con discapacidad.
Para autores como Bélgica (2008), una sociedad inclusiva debe reconocer en los grupos sociales distintos el valor que hay en cada diferencia, el respeto a la diversidad y el reconocimiento de un tercero vulnerable con necesidades específicas que deben ser saciadas para que pueda estar en condiciones de igualdad y disfrutar de sus derechos fundamentales. La inclusión debiera estar al servicio de un proceso que permita asegurar que todos los integrantes de la sociedad participen de forma equitativa en diferentes ámbitos: educativo, económico, legal, político, cultural, etc. Una sociedad inclusiva, por tanto, dispondrá y habilitará mecanismos para asegurar la garantía de los Derechos Humanos, la dignidad y la ciudadanía activa de todas las personas que la componen.
Los cimientos de una sociedad inclusiva quizás haya que buscarlos en el modelo educativo imperante. Un modelo que defiende las consignas comentadas al inicio de este artículo a favor de la inclusión, la diversidad y la visibilidad. En la última década, la educación inclusiva ha ido gozando de un progresivo reconocimiento por parte de organismos internacionales, gobiernos y reformas escolares (Decreto 150/2017, del 17 de octubre, de la atención educativa al alumnado en el marco de un sistema educativo inclusivo de Cataluña). Este tipo de reformas responden a una conciencia social y pedagógica que a día de hoy circula de modo desigual por centros y aulas: más allá de ciertos principios genéricos, sigue teniendo significados diferentes y es objeto de controversias teóricas. En el plano de las políticas hay grandes fracturas entre declaraciones ampulosas y actuaciones concretas, existiendo valoraciones discrepantes respecto a las relaciones efectivas entre lo que se hace bajo apelaciones inclusivas y la garantía del derecho a la educación y la lucha contra desigualdades que persisten en muchos sistemas escolares.
La educación inclusiva es uno de los testigos actuales de valores, ideas y exigencias del derecho de todas las personas a una buena educación. Amparada en aquella primera versión de los Derechos Humanos, que han sido redefinidos al filo de profundos cambios sociales, políticos y educativos ocurridos desde entonces (Dávila y Naya, 2011), forma parte de discursos y de políticas que abogan por una escuela y educación democrática, justa y equitativa, de calidad en contenidos, procesos y resultados para todo el alumnado. No obstante, la propia OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) situaba el gasto educativo español destinado a este asunto, para todas las etapas educativas, por debajo de la media de los treinta y cinco países que la integran, advirtiendo a España que «una educación de alta calidad necesita una financiación sostenible».
Quizás por este motivo, al escuchar un discurso como el de Vidal el pasado mes de febrero aplaudimos con orgullo su resiliencia, conscientes de que probablemente no lo haya tenido fácil. Nos emocionan tanto sus palabras por la toma de conciencia de que, de momento, la asignatura de la inclusión la tenemos pendiente. Y contemplamos desde nuestra butaca cómo, pese al reconocimiento de su pleno derecho como ciudadano, nuestra mirada hacia la inclusión no es ni democrática, ni justa ni equitativa, sino que más bien vislumbra un halo compasivo.
Hasta aquí nos hizo llegar el mejor actor revelación del año 2018.