Por el título parece que el peso del texto irá dirigido exclusivamente hacia Google, pero podíamos haber sustituido la palabra “Google” por Microsoft, Amazon, Facebook o Apple, porque del mismo modo que son líderes en el mercado de la tecnología y la vida social han entrado directos en el mundo educativo. Tampoco son nuevas las plataformas que pusieron sobre la mesa de los docentes en Google, Microsoft y Apple.
Actualmente, la verdadera pregunta no es tanto si estos sistemas serán capaces de cambiar el modelo de negocio del mundo educativo, sino en qué sentido lo transformarán y si nos subiremos al carro con los ojos cerrados; o incluso, si queremos que nos acrediten y los expondremos en nuestro perfil de LinkedIn.
La lucha por los dispositivos que se utilizaban en las aulas comenzó por hardware. Apple tiene toda la gama de iPads, que aparecieron con fuerza hace unos cuatro años en nuestro mundo educativo. Después Google presentó sus Chromebook, más económicos que los iPads y que ofrecen una mayor funcionalidad, dado que disponen de teclado. En esta batalla también aparece Microsoft con sus Surface, pero parece que en este caso ha salido derrotado.
La apuesta de Mark Zuckerberg es la realidad aumentada, y a partir de ésta, la modificación de nuestra vida social, con un gran interés por importar esto también dentro del aula, creando una gran fábrica de mundos educativos virtuales. Asimismo, Facebook ha iniciado un proyecto piloto en Estados Unidos, Summit Public Schools, formado por una cadena de escuelas públicas centradas en un aprendizaje digital, autogestionado por los alumnos, donde se favorece la responsabilidad del aprendizaje y donde cada alumno va a su ritmo. A primera vista parecen proyectos atractivos, pero ¿dejaremos en manos de Facebook la educación pública?
En este mundo de grandes tecnologías podríamos poner en duda que las editoriales puedan mantener su monopolio, pero la alianza creada entre Apple con McGraw-Hill y Pearson para la transformación del libro de texto en libros de texto digitales lo contradice. Este paso intermedio entre el libro tradicional y la realidad aumentada de momento está funcionando, y en todas las escuelas hay un libro u otro digital.
Con la compra de Minecraft por parte de Microsoft se abrió el mercado de la gamificación de la educación por parte de esta major. La apuesta de Microsoft es crear clases interactivas y dar un software de apoyo para gestionar el aula (OneNote) y tener toda la información centralizada.
Hoy la apuesta es crear motores de búsqueda donde los docentes puedan buscar y encontrar el material que ellos mismos hacen para preparar las clases. Aquí la competencia es dura, porque hay grandes portales como Tes y TPT que están extendidos en el mercado americano; el último que ha puesto el ojo ha sido Amazon con su programa en fase beta Inspire; como en el resto de plataformas, los docentes podrán subir y descargar contenidos, tanto gratuitos como de pago, comentarlos, editarlos, etc.
Por último, las herramientas educativas de Google for Education son interminables, dado que se mezclan casi todas las propuestas antes mencionadas. Se pueden utilizar aplicaciones como Quizzes, para hacer exámenes; Cast for Education, para generar debates en clase, o Exeditions, una aplicación gratuita de realidad virtual y que propone un mundo interactivo de aprendizaje.
Visto cómo está el panorama digital, ya podemos decir que estas grandes multinacionales están en el corazón del sistema educativo. Se están haciendo con el control de las plataformas que empiezan a suponer el lugar donde sucede el aprendizaje, donde se evalúa y donde se registran los datos. En realidad, ya han comenzado a transformar la educación.
Pero ¿existe evidencia de que estas tecnologías mejoren la educación? ¿A qué agentes ayudan en realidad? Es más, ¿queremos que sean ellos quienes la transformen hacia sus beneficios o es la comunidad educativa quien debe ser crítica consigo misma, mantener las cosas que funcionan y hacer crítica de lo que se debe mejorar? Tenemos que pensar que cada acción o paso que hacemos tiene un impacto en nuestros alumnos y las generaciones futuras, así como también lo tiene a nivel económico y político en nuestro entorno. Hacernos responsables, preocuparnos de nuestras decisiones, nos hará ser más conscientes de la transformación que queremos.
Todo está regido por algoritmos, ¿pero quién escribe el algoritmo, su intencionalidad y su sesgo, que sigue unos criterios concretos? ¿Cuáles deben ser estos criterios? ¿Quién los ha de pactar?