Por: Marta Reinoso
La adolescencia es una etapa de importantes cambios. La comunicación familiar resulta más compleja, y padres y madres a menudo expresan la dificultad para dialogar con su hijo/a. Por su parte, el/la joven raramente se siente aceptado/da y comprendido/a. Esta es una situación que genera tensión y malestar, y es fuente de conflictos.
A pesar de que se trata de una cuestión de gran interés e importancia, pocos estudios han profundizado en los elementos que facilitan o dificultan la comunicación en el seno de la familia, y en cómo estos repercuten en el bienestar de sus miembros. La investigación desarrollada por Hollmann, Gargantas y Wild en la Bielefeld University (Alemania) profundiza en la cuestión y aporta nuevos datos sobre las actitudes y conductas relacionadas con las interacciones padres/madres-hijos/as.
Un total de 1.125 niños/as y adolescentes (con edades comprendidas entre los 10 y 17 años) y sus familias han participado en la investigación, después de ser seleccionados en 29 escuelas emplazadas en zonas de diferente nivel socio económico y cultural. El proyecto, de tres años de duración, ha seguido la evolución en la calidad de las interacciones comunicativas entre el cuidador principal (normalmente, la madre) y el/la hijo/a, empleando conjuntamente técnicas cuantitativas y cualitativas.
El trabajo realizado revela que las expectativas maternales sobre el futuro de su hijo/a evolucionan y pasan a estar más orientadas a aspectos externos (reconocimiento social, fama, riqueza) que internos (crecimiento personal, autorrealización, relaciones satisfactorias, salud). Esto es así especialmente en el caso de las familias monoparentales con menor nivel socioeconómico y cultural. A su vez, con los años, la satisfacción con el comportamiento del joven disminuye y el estilo comunicativo sobreviene más controlador. De acuerdo con los investigadores, a pesar de que este comportamiento parental respondería a un intento de asegurar un buen futuro para su hijo/a, el efecto parece ser contraproducente.
Concretamente, los resultados muestran que la falta de fluidez y franqueza en la comunicación se asocian con mayores problemas emocionales y de conducta en los niños/as y jóvenes. Esto es así porque, según los mismos autores, los ambientes familiares que tienden a ser más directivos y controladores promueven la contención y la obediencia e inhiben la interacción. Por el contrario, aquellos entornos familiares permeables y receptivos potencian la autonomía y la diferenciación, a la vez que favorecen la vinculación. En este contexto se genera un clima de confianza abierto al diálogo y a la colaboración.
Ponernos en la piel de nuestros hijos e hijas no es fácil. Saber qué piensan y sienten, aquello que los atrae o inquieta, tampoco. En la medida en que sepamos y estemos dispuestos a crear y a compartir un clima cálido, participativo y respetuoso —caracterizado por la aceptación, la valoración y el aprecio (en vez de la rigidez, el control y el juicio)—, más fácil nos resultará acercarnos a ellos/as para comprenderlos mejor y acompañarlos en su crecimiento, tal y como los resultados de esta investigación han mostrado.
Artículo de referencia
Hollmann, J., Gorges, J. y Wild, E. (2016). “Motivational Antecedents and Consequences of the Mother–Adolescent Communication”. Journal of Child and Family Studies, 25, 767–780.