Por: Anna Bayo
¿Tenemos las ventanas de nuestra familia demasiado abiertas?
¿Cuántas veces hacemos un like o un share a lo largo de la semana? Tenemos la sensación de estar permanentemente informados y actualizados de lo que les pasa a nuestros amigos y familiares, sean o no cercanos a nosotros. Consultar las redes sociales se ha convertido en algo, por lo menos, probable o muy probable en nuestro día. No sólo hablamos de los adolescentes que están enganchados a los móviles, estamos ante una realidad en la que nosotros, como adultos, publicamos nuestra intimidad y la de nuestros hijos.
¿Cuando se convierte en sobreexposición o simplemente estamos compartiendo aquellas experiencias de las que estamos tan orgullosos?
Evidentemente, todo es relativo y depende del concepto de privacidad que tiene cada uno. Sin embargo, los datos hablan por sí solos: el 74% de los padres y madres reconocen haber colgado una fotografía de su bebé recién nacido y el 94% publican al menos una imagen a la semana. Aseguran que el hecho de subir fotos a las redes les sirve para tener informados a los amigos o la familia no tan cercana o para expresar su amor, guardar el recuerdo…
Es absolutamente normal y comprensible que en el momento de tener y criar un hijo haya explosiones de felicidad y euforia y que se quiera proclamar y gritar a los cuatro vientos lo dichosos que somos y cómo nos gusta cada gesto y cada éxito de nuestro pequeño. Las redes son una escala tentadora que nos permiten abastecer un gran público y recibir muchos mensajes de amor, de apoyo y de acompañamiento. Por otro lado, debemos tener en cuenta las consecuencias de exponer a nuestros hijos de esta manera. Debemos ser conscientes de que existe una situación de no control de las fotografías que colgamos, de la gente, ropa e imágenes de Internet en cada momento. Tampoco tenemos ninguna garantía de si alguno de nuestros contactos compartirá o guardará una de nuestras publicaciones, aunque tengamos predeterminadas unas condiciones estrictas de privacidad. Además, las empresas propietarias de los medios sociales tienen derechos adquiridos sobre las fotografías y los vídeos que se cuelgan.
Además, ¿qué ocurre cuando los niños se hacen mayores?
Estamos creando perfiles y huellas digitales de los hijos en un momento muy inicial de su vida, sin tener en cuenta que esto puede condicionar su desarrollo personal. Cuando los niños crezcan no podemos saber cómo les afectará esta exposición.
No debemos olvidar que la privacidad es un derecho fundamental y un valor que juega un papel muy importante en la formación de la personalidad de los menores. Compartir información nunca ha sido tan rápido y fácil como en esta era digital. Actualmente ya tenemos ejemplos de consecuencias negativas de la difusión de la privacidad (despidos laborales, robos, ciberacoso…). Estamos ante un nuevo modelo parental que juega y jugará mucho en la formación de la personalidad de los menores. Además, debemos tener claro que el contenido publicado nunca se elimina del todo; siempre se deja un rastro en las búsquedas que se puedan hacer en el futuro, aunque el niño o niña que haya crecido siempre quedarán publicadas sus imágenes de bebé… ¿Queremos esto para su futuro?
Reflexionemos: nos tenemos que plantear por qué utilizamos la imagen de nuestro hijo para mostrarnos a nosotros.
En muchas ocasiones acompañamos nuestras fotografías de perfil de Facebook, Twitter, Instagram, etc., de la imagen de nuestro niño. Presentamos su día a día, los primeros pasos, los disfraces, los espectáculos de Navidad e incluso mostramos su imagen cuando todavía está en el vientre de la madre.
Todo son procesos naturales para demostrar el amor que sentimos por ellos y que los demás, de alguna manera, amen a nuestro hijo y lo vean tan exitoso como lo vemos nosotros, con nuestros ojos de padres y madres orgullosos. Además, si tenemos en cuenta cómo se mueve la sociedad y cómo utiliza las redes, es fácil entrar en el círculo de publicar y compartir.
Pero ¿que estamos proyectando de nosotros mismos cuando preferimos mostrar a nuestro pequeño antes que a nosotros en nuestro perfil? ¿Pensamos que mostraremos una imagen más próxima, más cariñosa, más dulce… si abrimos las ventanas de nuestra familia?
Debemos tener en cuenta que los hijos no son una extensión de los padres ni son de nuestra propiedad. Son personas que están a nuestro cargo, y las que les ofrecemos todo nuestro amor, ternura, comprensión…, pero eso no nos da derecho a hablar ni a publicar en su nombre ni usar su imagen en momentos privados que pueden incluso avergonzar en el futuro. Disfrutad de los momentos íntimos, haced fotografías, retratos, vídeos, guardad el recuerdo de los momentos especiales y tiernos con ellos y preservadlos y protegedlos para que sólo quien vosotros queráis lo puedan ver y disfrutar. Hagamos uso de las imágenes en las redes con responsabilidad y prudencia, velando en todo momento por el interés superior del niño.