Por: Edgar González
La vuelta a las aulas. Reflexión de cara a los profesionales de la educación
Después de un largo verano, nuestros alumnos vuelven a la rutina y debemos ser capaces de cautivarlos de nuevo dentro de las clases creando un entorno de conocimiento.
Durante el verano los niños crecen y tienen nuevas experiencias, y suelen desconectar del ambiente escolar y los deberes. Además, se presenta un curso de grandes cambios educativos, con nuevas iniciativas y metodologías, basadas en las inteligencias múltiples, el trabajo por proyectos, las tecnologías en el aula, la gamificación los contenidos… Todo esto puede hacer que queramos abarcar más de lo que podemos y nos puede llevar a nosotros y a nuestros alumnos a situaciones de estrés.
Todo el mundo tiene buenas intenciones y ganas de mejorar en el día a día laboral. Llevamos a cabo muchos cursos y formaciones para renovarnos e innovar, pero luego en el aula cuesta cambiar las dinámicas que hemos aprendido. Nuestra pregunta es: ¿realmente tenemos ganas de mejorar e innovar? Y si es así, si estos nuevos aprendizajes han sido suficientemente significativos como para generar un cambio real interno, y finalmente cómo a partir de aquí podremos llevarlo a cabo con coherencia dentro del aula.
La vuelta a la escuela de los profesionales de la educación es tan o más importante que la de los alumnos. Nosotros somos la cara que ellos verán cuando regresen de sus largas vacaciones, y nuestra actitud en estos primeros días será clave en su educación y en sus ganas de afrontar el curso. Por lo tanto, aparte de metodologías y contenidos, lo que puede determinar que este curso sea satisfactorio para nuestros alumnos es la relación que nosotros establecemos con ellos individualmente y con el grupo. De si somos o no unos buenos líderes, si existe una buena comunicación y si nos preocupamos por ellos y por su educación como alumnos y sobre todo como personas.
Antes de que los niños lleguen a nuestras aulas, creemos en la importancia de mirar si lo que hacemos nos gusta, intentar ser creativos, intentar mejorar y también intentar que nuestra vida fuera de la escuela esté en equilibrio y podamos expresar con tranquilidad y serenidad nuestra forma de entenderla.
Mirar la relación que tenemos con nuestros iguales y qué podemos hacer para mejorarla nos puede servir para crear un buen ambiente de trabajo y cooperación. En la misma línea, si nosotros no nos seguimos formando, no podremos pedirlo a nuestros alumnos.
La educación y la formación deben ser una constante en nuestra vida y debemos ser capaces de transmitir esa motivación por el conocimiento a nuestros alumnos, les tenemos que hacer soñar, creer que los sueños son posibles y que nada es imposible.
¿Nos lo creemos nosotros? ¿Donde han quedado nuestros sueños?
Feliz retorno a las aulas.