Por: Xavi Cot
Una gran parte del trabajo de educar consiste en despertar el potencial que hay detrás de cada uno de los jóvenes que se encuentra en etapa de formación. Pero con esto no es suficiente. No basta con el talento.
Si bien no existe un secreto para alcanzar el éxito, sí que disfrutamos de siglos de experiencia educativa que nos hablan de cómo y para qué hombres y mujeres no sólo han sobrevivido, sino que también han superado y mejorado las condiciones de vida de las que partían. Maria Curie, Molière, Einstein, Da Vinci, Martha Graham, Messi… Son personajes extraordinariamente talentosos en sus ámbitos que se han ganado un espacio en la memoria colectiva. Pero ¿por qué? Dejando de lado las capacidades cognitivas, el elemento clave que lo explica no es otro que la perseverancia y el esfuerzo. No es que hayan demostrado que son capaces de hacer algo previamente inimaginable, sino que lo han demostrado de forma continuada.
Otra de estas rara avis, Aristóteles, fue de los primeros en escribir sobre este hecho diferenciador. Defendiendo que el objetivo final de toda vida no es otro que lograr la felicidad, estaba convencido de que la única manera de llegar era siendo la mejor versión posible de uno mismo. Para ello había que hacer un diagnóstico del estado de nuestras cualidades (virtudes) e incidir en aquellas que nos estuvieran dificultando nuestra autorrealización. La introversión, la cobardía, la pusilanimidad o la apatía son algunos ejemplos. Desde el punto de vista del sabio griego, cuando reconocemos estos palos que nos ponemos en las ruedas hay que enderezar la situación. Como en una especie de conductismo primitivo, el secreto está en reorientar nuestras acciones de manera que resulten efectivas, haciéndolo una y otra vez hasta que éstas pasen de ser anecdóticas a habituales.
He aquí la clave: el hábito. Cuando un tipo de acciones sobre las cuales no tenemos una inclinación natural se convierten en un hábito no sólo demostramos nuestra capacidad de modificar nuestro carácter, sino que también generamos un cambio en nuestra identidad. Aquel chico que nunca entregaba a la hora los trabajos ahora es un chico cumplidor, de quien puedes confiar que respetará los plazos; esa chica que siempre llegaba tarde ahora siempre llega con unos minutos de antelación, es puntual. En las escuelas esto se trabaja transversalmente mediante el respeto a unas normas de comportamiento tanto dentro como fuera del aula, pero en casa es otra historia.
Conseguir un cambio sustancial en los hábitos de una persona requiere el establecimiento de rutinas.
Rutina es una palabra que a menudo crea recelos entre los jóvenes, muchos de los cuales la relacionan con una pérdida de libertad o un exceso de control externo. La mano izquierda y la paciencia son los recursos que tienen educadores y padres para superar el rechazo inicial de los jóvenes y acompañarlos en este proceso de maduración que mostrará sus beneficios a largo plazo. Liberarse de etiquetas, aumento de la autoestima, satisfacción personal… Al fin y al cabo: autodirección. Éste es el premio que se encuentra al final de meses de obligarse uno mismo o con ayuda a hacer las cosas que dan pereza pero son positivas. Es un aprendizaje realmente significativo, algo que nos servirá para toda la vida y que se convertirá en un apoyo imprescindible cuando los jóvenes salgan de la “burbuja educativa” y se conviertan en miembros activos y productivos de la sociedad.
No descubrimos la sopa de ajo. La cultura del esfuerzo en el ámbito educativo ha existido desde los inicios del mismo, pero queremos poner de relieve la importancia de trasladarlo a los aspectos más íntimos de la personalidad. En una sociedad que disfruta con la inmediatez y el ahorro de esfuerzos en la accesibilidad, el verdadero éxito de la vida, el devenir hombres y mujeres capaces de mejorar, de estar satisfechos con sí mismos, ser felices, etc., requiere tiempo y esfuerzo, requiere fuerza para levantarse cuando te caes y volverlo a intentar. Por eso estamos nosotros, los educadores y los padres, para ayudarles a levantarse y animarles a continuar. Con autocrítica, perseverancia y apoyo todos podemos superarnos.