Edgar González
El primero que usó el término post-truth fue el dramaturgo Steve Tesich en referencia al escándalo Irán-Contra y en la Guerra del Golfo.
Definición
Post-truth es un neologismo escogido por la Universidad de Oxford como la palabra del año 2016 que significa que la interpretación y comprensión de los hechos objetivos quedan subordinados a la manipulación y el moldeo de las emociones y creencias personales de las personas encargadas orientar y formar opiniones. Estas personas van desde dirigentes políticos, pasando por periodistas y docentes hasta llegar a padres de familia y todos los “amigos” que tienen voz en las redes sociales. N. Hernando (2016) escribe que la condición principal de estas personas es presentar la verdad como algo equivalente a lo que alguien está sintiendo, siendo esto coherente con las creencias y el imaginario de un colectivo social y no con lo que está pasando en la realidad.
Retrocedemos…
Recupero a Nietzsche citándolo en su propuesta posmoderna “no existen los hechos, sólo interpretaciones” y el planteamiento de que la verdad debe ser democrática. Pero quien se apropie del relato puede ser portador de la verdad. También Antoni Bassas cita a George Orwell “en una época de engaño universal, donde decir la verdad es un acto revolucionario”. En los años setenta, en las facultades de periodismo, se decía que “los hechos son sagrados y las opiniones son libres” y en cambio hoy en día “las opiniones son sagradas y los hechos son opinables”. Con esta mirada atrás observamos que no es nada nuevo eso que apuntamos.
A día de hoy, los canales de comunicación han cambiado, y quien filtraba el relato de la verdad y las opiniones con el gran público ha perdido este monopolio. Las redes sociales nos hacen llegar más información, vemos cómo hay un griterío en un sentido u otro, nos dejamos llevar por las emociones. Todos hemos visto rectificar, cesar políticos, jefes de prensa y trabajadores por dejarse llevar por las emociones y colgar alguna imagen o texto en las redes sociales. Y cómo desde el imaginario colectivo se ha hecho un juicio en los medios y en las redes, donde cada actor, según su perspectiva, dibujaba un hecho u otro.
Esta variación en los canales de comunicación ha hecho aparecer el término clickbait, donde el titular debe atraer el click del usuario. La forma de presentar un contenido es más importante que el hecho o la verdad.
Las emociones más fuertes que los hechos
¿Está pasando lo mismo en educación?
Son innumerables las conferencias, charlas, congresos y cursos de formación que hablan de innovación educativa. Nuevos gurús de la educación que nos dicen los beneficios de esta innovación. Pero no nos dejemos llevar por la emoción o la ilusión de un cambio inmediato. Se están haciendo cosas muy positivas en educación y la activación de las instituciones, tanto públicas como privadas, y eso ya es un gran cambio.
En función del grado de poder que se tiene como institución o medio de comunicación, se pueden cambiar las reglas del juego y, en consecuencia, los criterios de verdad. Amplios sectores de la sociedad están muy implicados en esta renovación pedagógica. Todos velamos por la seguridad y la educación de nuestros hijos al tiempo que cada actor tiene sus intereses, y con ello tenemos que convivir. Nos encontramos inmersos en un contexto de normas y leyes cambiantes donde la prosperidad de las personas queda atada. Entonces se entiende que la posverdad esté encadenada a este pensamiento estratégico donde la verdad depende de los beneficios que se puedan obtener.Desde el ámbito educativo se debe ser crítico, debemos emocionarnos pero no dejarnos arrastrar por propuestas de posverdad, por nuevos diseños y grandes campañas de naming. Como individuos debemos autorregularnos, autocriticarnos y situar el dilema de la verdad en uno mismo como núcleo del desarrollo moral y personal.
La educación está dentro de una dimensión política, ética, estética y científica. Ante esto, lo más recomendable sería ser rigurosos y seguir con el criterio de la práctica basada en la evidencia.