Por: Anna Bayo
El uso de los smartphones ha potenciado las redes sociales como todo un referente de comunicación y socialización entre los jóvenes. Internet es una de las actividades que más tiempo libre les ocupa y, si preguntamos, dirán que lo hacen “prácticamente todo” a través del móvil: informarse, escuchar música, leer, hacer las tareas de la escuela o el instituto, jugar, ver películas y sobre todo, comunicarse con los amigos. “Gracias al Whatsapp puedo hablar con todos, aunque viva en la otra punta del mundo”; “Con Instagram puedo seguir a los famosos y ver dónde está la gente en todo momento”; “Los más populares son los que tienen más likes”… Estas, entre otras muchas, son las reflexiones que hacen actualmente los chicos y chicas de entre 14 y 18 años.
En este momento vital, la popularidad es un valor prioritario, ya que les da sensación de pertenencia a un grupo. Por este motivo es muy probable que expongan mucha de su información personal a fin de buscar la popularidad a toda costa. Y eso, como muchos habremos oído o vivido, conlleva conductas de riesgo y situaciones de inseguridad y vulnerabilidad entre los más jóvenes.
Identidad digital y protección de la intimidad.
La identidad digital y toda la cuestión relacional asociada ha dado lugar a nuevas formas de relación en el espacio digital y, en consecuencia, en el espacio público. Todo ello redimensiona aspectos tan básicos y troncales como la intimidad. Reig (2011) introduce el concepto de intimidad abundante: ¿de qué manera publicamos nuestra vida online y cuán condicionados estamos a hacerlo? En el universo adolescente esto se convierte en un hecho importantísimo y nos lleva a replantear qué valor tiene la protección de la intimidad en el momento actual. La exponencialidad de la red, su velocidad a la hora de transmitir contenidos y la dimensión que pueden coger se convierten en grandes oportunidades pero también en grandes dolores de cabeza.
Se produce un desplazamiento en la construcción de lo que somos e impera la idea de que todos podemos tener nuestro “público” en la red de forma intensificada. Si capturamos una buena imagen de nosotros mismos, si estamos en el lugar adecuado y el momento preciso, si publicamos lo que será tendencia obtendremos de forma inmediata un alud de satisfacción, sin límites de tiempo ni de espacio. De esta manera el día se convierte en la “búsqueda y captura del like”, ya que éste participa de forma directa en la estructuración de la propia identidad.
¿Porque son tan adictivos los ‘likes’?
Como adultos nos cuesta entender este tipo de relación virtual, ya que muchos de nosotros hemos sido educados y hemos tenido experiencias vivenciales, nos hemos socializado en el marco de protección de la intimidad; por lo tanto, nos puede costar replantearnos qué sentido tienen estos aspectos en el momento actual. Las principales motivaciones son: interactividad: se lleva a cabo una comunicación muy activa. Además, les permite ser visibles y ver a los demás. Sociabilidad: mantienen un contacto continuado con sus iguales y se genera un efecto de “no soledad”. Se potencia la sensación de “pertenecer”, de formar parte de un grupo, ser popular, tener muchos amigos. Creación de espacios de intimidad: permiten una diferenciación del mundo adulto y/o paternal. Personalización: cubren el deseo de “sentirse diferentes” y se potencia la sensación de libertad, autonomía e independencia. Información ilimitada: tienen acceso a toda la información de sus amigos conocidos y de sus amigos virtuales: intereses, aficiones, sentimientos, gustos… Este hecho los hace sentir más cercanos.
Todas estas cualidades tienen elementos en común, como la instantaneidad y el carácter multimedia (audio, foto, vídeo…) de la información que se intercambia.
Hablemos con lógica, asumimos responsabilidades, generamos conciencia crítica
Diferentes organizaciones internacionales como la OMS, Unicef o la británica Beat Bullying alertan de que estamos ante cifras preocupantes de ciberbullying (acoso, intimidación, exclusión o maltrato a través de internet) o el sexting (difusión de imágenes de contenido sexual con la intención de humillar).
Las redes permiten múltiples oportunidades pero también son fuentes de riesgos. Estos son una amenaza mayor cuando los educadores y los padres desconocen su funcionamiento y se produce una distancia generacional ante los intereses, las motivaciones y las preocupaciones.
Aunque parezca una obviedad es importante actuar y trabajar desde la primera adolescencia, ya que no estaremos hablando de nada que les sea desconocido. Trabajamos esta identidad digital desde una perspectiva reflexiva y autoobservadora y exponemos qué variables pueden suponer un riesgo si no se gestionan óptimamente, a la vez que pueden ser una oportunidad si se utilizan bajo unos parámetros lógicos.
Avanzaremos a medida que experimentamos y participamos de este entorno. No tiene sentido presentar posiciones resistencialistas, que no acríticas. Al contrario, se necesita una reflexión sobre la ética en la red. Es necesario que nos cuestionamos y replanteemos: ¿cómo podemos ayudar a construir comunidades en red?.
Los chicos y las chicas no dejarán de utilizar las redes, así que tenemos que velar para que su uso sea el más adecuado y seguro posible. Se trata de asumir que existen nuevos espacios de relación. Planteémonos que habrá que estar, guste o no. Si estamos alerta y nos mostramos receptivos y discretos podremos observar y trabajar sobre lo que se dice en línea, lo que se hace y deshace, sin que el fenómeno vaya más allá.