El juego está presente en la vida del niño desde muy pronto. Se inicia con el juego motriz, luego aparece el juego simbólico y finalmente el juego reglado, que se desarrolla a partir de los cinco o seis años y requiere cierto dominio del lenguaje y de la norma social (comprender el reglamento, seguir las normas, esperar el turno, cooperar con el compañero, etc.).
Además, fomenta y desarrolla el pensamiento creativo, la toma de decisiones, el diseño de una estrategia, la concentración, la memoria, la deducción, la flexibilidad cognitiva…
Prueba de ello es que recientemente la Generalitat de Catalunya ha hecho público que a partir del próximo año las escuelas catalanas empezarán a utilizar el juego reglado, en este caso el ajedrez, como herramienta educativa dentro del horario lectivo. Una buena oportunidad para cambiar metodologías de aprendizaje que normalmente tienden a ser secuenciales, ordenadas, analíticas y lógicas.
Y ya que todos jugamos desde muy pequeños en algún momento u otro de nuestro tiempo, ¡aprovechemos conscientemente las vertientes pedagógicas que puede tener el acto de «jugar»!
En un juego reglado intervienen procesos que fomentan un tipo de pensamiento más expansivo, donde generamos estrategias únicas y utilizamos habilidades que quizás tenemos más olvidadas. Además nos permiten establecer relaciones en grupo, deducimos y hacemos inferencias según el contexto, intentamos generar procesos alternativos que sean «poco previsibles» por el contrincante. Utilizamos estrategias diferentes a las que empleamos en nuestra vida cotidiana. Pensamos de forma inusual, original, creativa. El entrenamiento de este tipo de pensamiento puede ser muy útil para la resolución de problemas del día a día, académicos, laborales o pragmáticos.
Todos tenemos en mayor o menor grado capacidad creativa y podemos trabajar para estimularla y desarrollarla. Utilizar el espacio de juego, además de generar momentos divertidos y de ocio con los amigos o con los hijos, nos puede servir de entrenamiento cognitivo y de potenciador del pensamiento lateral o creativo.
Es por todo esto que os animamos a utilizar el juego como fuente de desarrollo y de aprendizaje, tanto en casa como en la escuela.
Así pues, ¿jugamos? ¡Jugamos!