El accidente cerebrovascular (AVC) o ictus es una enfermedad cerebrovascular de gran prevalencia en nuestro territorio. De hecho, es considerada la segunda causa de mortalidad, tras la cardiopatía isquémica, pero también hay parte de la población que sobrevive al AVC.
Aunque los síntomas agudos, generalmente, disminuyen unas semanas después del inicio del accidente, gracias a la reestructuración espontánea de las funciones cognitivas y motoras, este tipo de lesión puede provocar diversas consecuencias. Inevitablemente, estas interferirán en la calidad de vida de los individuos.
Hay datos que demuestran que las alteraciones consecuencia del accidente cerebrovascular pueden provocar sufrimiento emocional, limitaciones en la comunicación, reducción de la movilidad, afectación en la actividad diaria, otras consecuencias médicas y afectación a las relaciones sociales. A la vez, todos estos elementos condicionarán la óptima recuperación y el estado emocional del individuo.
Una de estas afectaciones es la afasia secundaria a un accidente cerebrovascular (PSA), que aunque no es tan evidente como la alteración físicaes considerada uno de los trastornos más comunes en nuestra población. Puede provocar, entre otras, dificultades en la comprensión y producción del habla y/o el lenguaje oral y escrito.
Estudios como el de Lee, H, Lee, Y, Choi, H y Pyun, SB (2015) pretenden explicar cuáles son las consecuencias sociales y personales que presentan las personas con PSA, más allá de los aspectos relacionados con la movilidad.
La calidad de vida de las personas con afasia se ve alterada frecuentemente debido a la depresión, el aislamiento social, la disminución de su actividad productiva e, incluso, por el cambio de su rol familiar. Es por este motivo que las consecuencias de la afasia no se pueden pasar por alto.
En el estudio citado previamente de Lee, H, Lee, Y, Choi, H y Pyun, SB (2015) se indica que la socialización de este colectivo disminuye al 50,4% después del AVC y que el 38 % de los pacientes muestra una disminución en la participación de sus aficiones y en otras actividades de interés.
Todo esto es debido a las secuelas que condicionarán, en adelante, sus hábitos. Las personas con PSA reducen las actividades al aire libre, así como la participación social, dejan de ir al mercado, de compras y de realizar actividades voluntarias, y tienden a pasar más tiempo con el entorno familiar. Es decir, la participación en actividades sociales se ve reducida, a menudo por la falta de habilidades comunicativas.
La depresión es una de las consecuencias que se considera de mayor importancia y riesgo en estos pacientes, ya que su presencia es frecuente durante la fase aguda debido a la lesión cerebral. Sin embargo, su duración dependerá de cómo sea abordada. Las depresiones secundarias se pueden dar como reacción al deterioro psicosocial, neuropsicológico y funcional durante el proceso de la fase subaguda.
No olvidemos que en muchos casos los individuos que han sufrido un AVC no tienen la capacidad de poder desarrollar de manera autónoma tareas diarias, lo que afecta directamente a su estado anímico. Es por este motivo que hay que tener mucho cuidado y procurar abordar estos casos de forma interdisciplinar.
Por último, hay que hacer referencia a estudios como el de Ramsing, S., Blomstrand, C., y Sullivan, M. (2007), que demuestran que la afasia puede ser un factor de riesgo para aquellos trabajos que requieren mayor exigencia comunicativa. La inserción laboral o reincorporación al antiguo puesto de trabajo de una persona con afasia es reducida. Cabe decir que las afasias no se presentan de una única forma; la gravedad de esta, pues, será condicionante en la limitación y afectación de la actividad social, comunitaria y laboral.
A veces puede ser complicado saber qué es lo que nos quieren hacer entender las personas con PSA; de hecho, estas dificultades tienden a ser subestimadas debido a su limitada capacidad de comunicación. Todo ello, inconscientemente, puede llevar fácilmente a un “círculo vicioso” de aislamiento social que provocará una disminución en la calidad de vida.
Es por todos estos motivos comentados que la intervención precoz tras un AVC con un plan individualizado compartido con diferentes profesionales como, por ejemplo, logopedas y psicólogos, además del apoyo de los familiares, ayudará a prevenir y evitar la depresión, además de favorecer un mejor estado de ánimo y una mejor calidad de vida.
Artículos de referencia
Ardila, A., & Rubio-Bruno, S. (2017). «Aphasia from the inside: The cognitive world of the aphasic patient». Applied Neuropsychology:Adult, 1-7.
Lee, H., Lee, Y., Choi H. & Pyun, SB. (2015). «Community integration and quality of life in aphasia after stroke». Yonsei Med J 2015; 56 (6) 1694-1702.
Ramsing, S., Blomstrand, C. Sullivan, M. (1991). «Prognostic factors for return to work in stroke patients with aphasia». Aphasiology, 5: 583–588.
Worrall, L., Rayn, B., Hudson, K., Kneebone, I., Simmons-Mackie, N., Khan, A., Hoffman, T., Power, E., Togher, L., & Rose, M. (2016). «Reducing the psychosocial impact of aphasia on mood and quality of life in people with aphasia and the impact of caregiving in family members through the Aphasia Action Success Knowledge (Aphasia ASK) program: Study protocol for a randomized control trial». BioMed Central, 17(153).