Por: Anna Bayo
PERFIL:
Padres y madres, normalmente tempranos. Inteligentes, formados, con una situación social y laboral acomodada. Preocupados por la crianza de sus hijos, les diseñan una estrategia vital desde que son bebés para tenerlo todo bajo control; para hacerlos competentes en la “jungla” del siglo XXI.
ACTITUDES:
Horarios planificados al milímetro, talleres y actividades extraescolares que potencien el óptimo desarrollo integral, los juguetes más estimulantes, horas de conversación en diferentes idiomas para promuevan el trilingüismo o el quadrilingüismo, listas de espera para acceder a las escuelas mejor valoradas, lectura de los libros y artículos que exponen los mejores métodos de crianza, aprendizajes precoces…
Estos pensamientos y preocupaciones van perfilando una inquietud dentro del núcleo familiar que acaba traduciéndose en intentar ofrecer las mejores oportunidades, recursos y posibilidades; a estar “superformados” ante cualquier situación y/o conflicto de la vida del niño o niña.
Estos comportamientos son los que definen el fenómeno llamado hiperpaternidad. La avalancha de entradas en Google y el aumento de ventas de libros que nos hablan sobre este nuevo modelo parental nos indica que es un “mal” más común de lo que pensamos.
Pero ¿qué es exactamente la hiperpaternidad? Y sobre todo, ¿qué representa para nuestros hijos?
Este fenómeno se describió hace unas décadas en EEUU y en estos últimos años ha llegado con fuerza en Europa. Podemos definir el concepto de hiperpaternidad como la excesiva atención que los padres y madres dedican a sus hijos, la incansable supervisión de lo que hacen y de su correcto desarrollo. En estos casos, los hijos pasan a ser el eje central de la estructura familiar.
Psicólogos y profesionales del campo de la educación alertan de que este tipo de conductas pueden representar dejar al margen aspectos importantes para el desarrollo del niño como son la adquisición de la autonomía, la capacidad de esfuerzo y la tolerancia a la frustración, y que incluso pueden generar infelicidad y desorientación en la etapa adolescente.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí y qué podemos hacer para reconducir la situación?
Probablemente, los modelos de competencia y presión social y laboral a los que estamos sometidos últimamente contribuyen a potenciar conductas de abuso de control dentro del entorno familiar y llevar a cabo dinámicas de sobreprotección.
Los padres y las madres actúan con el objetivo de hacer las cosas lo mejor posible, intentando generar un entorno que facilite y propicie el éxito y la felicidad de sus hijos. Pero está claro que las buenas intenciones no siempre son las que marcan el mejor camino.
Cuando los niños son bebés necesitan de nuestra atención y nuestra supervisión constante. Pero debemos ser conscientes de que cuando se hacen mayores tenemos que ir dando responsabilidades, espacios propios y también capacidad para tomar decisiones. Debemos hacer sentir a los niños que son capaces de hacer cosas por sí mismos, de resolver sus errores y conflictos.
Aliviar un poco las angustias y las expectativas de futuro son los primeros pasos para reconducir una situación que a la larga puede ser perjudicial.
Respetar el tiempo libre y de juego para que los niños y las niñas se explayen, experimenten y desarrollen sus propios intereses son acciones imprescindibles para propiciar un desarrollo saludable.
Observar lo que hacen no como un control, sino como un acompañamiento. Observar sin intervenir, para demostrar que somos partícipes de su evolución. Así podremos ver cómo poco a poco van superando sus obstáculos y aprenden a crecer, a caer y a volverse a levantar.
Los niños y las niñas no miden lo buenos que son los padres ni la cantidad de oportunidades que les generan. Sólo pretenden que los amen y que estén con ellos respetando su espacio. Estar “sobrepreparado” para ser padre no significa necesariamente estar preparado para serlo. Intentemos dejar paso a la vivencia, la emoción y la espontaneidad de ser padres y madres imperfectos.
Lectura recomendada: La hiperpaternidad; del modelo mueble al modelo altar, de Eva Millet.