Imaginaos, por un momento, que os ponemos delante un cartel con la palabra “cocodrilo”y os pedimos que mientras lo miráisno leáis la totalidad de la palabra, no otorguéisun significado a ese conjunto de letras dispuestas en un orden determinado. Difícil, ¿verdad? Leer, para la mayoría de nosotros,una vez que se consolida la habilidad lectora,es una tarea automática. No obstante, para una parte de la poblaciónla tarea de esa automatización inconsciente y eficazes un verdadero reto. Y supone, para millones de estudiantes, constantes desafíos académicos y emocionales.
La dislexia es una dificultad específica de aprendizaje de origen neurobiológico. Se caracteriza por dificultades en el reconocimiento preciso y fluido de las palabras y por problemas de disortografia y de decodificación. Estas dificultades provienen de un déficit en el componente fonológico del lenguaje que es inesperado en relación con otras habilidades cognitivas y condiciones de enseñanza dadas en el aula. Las consecuencias o efectos secundarios se reflejan en problemas de comprensión y experiencia pobre en el lenguaje impreso que impiden el desarrollo del vocabulario (Lyon, Shaywitzy Shaywitz, 2003). Asimismo, se trata de una dificultad que tiene una prevalencia que oscila entre un 5-15% de los niños en edad escolar, dependiendo de la lengua y la cultura (APA, 2014).
La prevalencia de la dislexia, así como su impacto sobre las esferas académicas y emocionales y su persistencia a lo largo del tiempo (Suárez-Coalla y Cuetos, 2015), justifican la necesidad de diseñar intervenciones eficaces que ayuden a nuestros estudiantes a mejorar las habilidades comprometidas en el lenguaje.
La investigación sobre el efecto de los tratamientos ha ido progresando desde una postura de validación y apoyo empírico hasta su formulación como un modelo de práctica basada en la evidencia. La amplia proliferación de tratamientos desde disciplinas como la psicología, la logopedia y la pedagogía existentes en la actualidad exige un control de la calidad de los mismos, es decir, de sus efectos. Asimismo, la importancia del método científico como medio idóneo para detectar los programas psicoterapéuticos más efectivos y los mecanismos psicológicos a través de los que actúan es incuestionable. Sin embargo, el conocimiento de los resultados de la investigación empírica y su integración posterior en la práctica del profesional no llega a consolidarse del todo.
Además de una intervención de calidad, los estudiantes con dislexia se deben beneficiar de adaptaciones en el aula que contemplen sus dificultades y les permitan demostrar sus competencias en el dominio y la adquisición de los conocimientos señalados en el currículo escolar. A este respecto, un estudio realizado por Echegaray-Bengoa y Soriano-Ferrer (2016) muestra que los estudiantes de Magisterio y maestros con experiencia, fundamentalmente de EE. UU. y del Reino Unido, tienen algunos conocimientos correctos en torno a la dislexia, pero también tienen creencias erróneas acerca de la misma, entre las que destacan: a) la mayoría piensa que la dislexia es el resultado de una mala percepción visual y no un déficit de procesamiento fonológico (Allington, 1982; Bell, McPhillips y Doveston, 2011; Washburn et al., 2011a, b); b) que las inversiones de letras o palabras son el criterio más importante en la identificación de la dislexia (Wadlington y Wadlington, 2005; Washburn et al., 2014); c) la gran mayoría indican que las gafas/láminas de colores ayudan en el tratamiento de las personas con dislexia (Washburn et al., 2011a, b); d) que las personas con dislexia generalmente presentan las mismas características con similares grados de severidad (Wadlington y Wadlington, 2005); e) que la dislexia no es hereditaria (Wadlington y Wadlington, 2005), y f) que los niños van a superar la dislexia o que la dislexia puede curarse (Washburn et al., 2014). Estos autores recogen también el hecho de que existen lagunas de conocimiento significativas acerca de los diferentes constructos lingüísticos (p.ej.: fonología, fonética, sintaxis y morfología).
Ante la justificada necesidad de una intervención rigurosa a partir de un conocimiento veraz y empírico de la dislexia, Trivium celebra en estas fechas su primer aniversario en la recopilación de datos aportados por las intervenciones de los profesionales de nuestro equipo. Este proyecto, que ya tiene una trazabilidad (https://trivium.cat/importancia-la-practica-basada-levidencia-logopedia-psicologia-i-pedagogia/), persigue contrastar nuestras intervenciones conla efectividad ofrecida a nuestros estudiantes para maximizar los beneficios y mostrar la rigurosidad de las intervenciones de nuestro equipo profesional. Una intervención para tratar la dislexia tendría que estar respaldada por dos elementos: el primero es un modelo o explicación teórica de las causas o factores implicados en la dislexia y que dé cuenta de cómo la intervención consigue las mejoras que se proponen. El segundo elemento que apoya una intervención para la dislexia es una comprobación lo más rigurosa posiblede su eficacia. El compromiso de nuestra institución se define así a partir de estos dos elementos.
Los métodos fonológicos de intervención en la dislexia, es decir, aquellos en los que se combina el entrenamiento en habilidades fonológicas con el conocimiento de las letras y la práctica de la lectura, están ampliamente respaldados por la investigación (Ripoll y Aguado, 2014).Varias de las síntesis de las mejores evidencias realizadas hasta la fecha coinciden en señalar que las intervenciones centradas en las habilidades fonológicas y en las correspondencias entre letras y sonidos resultan eficaces en la intervención en alumnado con dificultades de aprendizaje de la lectura (Slavin, Lake, Davis y Madden, 2009; Snowling y Hulme, 2011; What Works Clearinghouse, 2010). En cuanto a la forma de organizar las intervenciones, se ha destacado la eficacia de la tutorización individual (Slavin et al., 2009) y del trabajo en pequeños grupos, especialmente de tipo cooperativo (Promising Practices Network, 2003, 2013; Slavin et al. 2009; What Works Clearinghouse, 2012).
En este sentido, la intervención de Trivium vertebra su eje de actuaciones en torno al entrenamiento de las siguientes competencias:
Así pues, la intervención para tratar la dislexia desarrollada en nuestro centro supone un conjunto heterogéneo de prácticas (ejercitadas individualmente o en grupos reducidos de dos estudiantes) basadas en los métodos de enseñanza de la lectura y los aportes de la psicolingüística gracias al descubrimiento de la relación entre dislexia y habilidades fonológicas.
Una de las preocupaciones de la recientemente creada Associació Institut Trivium Formació es luchar contra la existencia de creencias erróneas o un efecto de ampliación de información errónea y no basada en evidencias científicas que gira en torno a la dislexia. Este tipo de creencias favorece que prevalezcan mitos como el de las letras invertidas y los problemas de lateralidad como rasgos centrales y definitorios de la dislexia. Por ese motivo, tal y como ya veníamos haciendo, seguimos apostando por la formación para aquellos profesionales del ámbito de la educación que quieran ver reforzados o consolidados sus conocimientos y destrezas para la atención a las características de aprendizaje de los estudiantes con dislexia. No se puede olvidar que la intervención en dislexia invita a un trabajo en equipo, donde los factores contextuales (escuela, familia e instituciones profesionales) respaldan y dan garantías de éxito a las acciones encaminadas a la mejora de estas dificultades de aprendizaje.