Cuando como profesionales de la educación hay que hablar con unos padres de su hijo o hija, se nos vienen encima una serie de sentimientos y emociones que no son siempre fáciles de gestionar. Asimismo, también debemos tener presente que para los padres no resulta una empresa fácil, porque se está hablando de su hijo y en un momento dado pueden tener la sensación de que la persona con la que hablan no le entiende.
Aun así, estas reuniones pueden ser muy productivas, y esto se confirma por el esfuerzo que se hace desde las instituciones públicas y desde diversas fundaciones para crear documentos y guías, como por ejemplo Rediseñar las reuniones con las familias. En esta ocasión hemos querido seguir contribuyendo a estas reflexiones a partir de un artículo de Edutopia donde se plantean cinco de las preocupaciones más comunes entre padres y docentes y han intentado identificar estrategias para mejorar la asistencia, la comunicación y los resultados académicos de los estudiantes. A algunas de estas hemos añadido nuestras propias reflexiones. Eso sí, de antemano os decimos que, evidentemente, estas propuestas no son recetas mágicas, sino unas lentes diferentes para ver la realidad desde otro punto de vista.
¿Qué puede ser un problema?
Es difícil que los padres vengan a las reuniones.
Algunas soluciones en contexto…
Cuidar la forma de convocar a los padres y ser flexibles, dentro de lo que permite nuestro horario, en la hora de las reuniones. Saber antes de qué se quiere hablar y prever una estimación de la duración.
En muchos casos, los dos padres trabajan y se convierte en todo un reto hacer coincidir los horarios de las reuniones escolares con los suyos. En Estados Unidos, Charles Saylor, expresidente de la National Parent Teacher Association (PTA), anima a ser más flexibles con los horarios adecuándose a los de los padres. Incluso anima a los docentes a visitar las casas de los estudiantes. Es otro país, otro contexto, pero resulta refrescante escuchar propuestas de este tipo.
A veces simplemente nos olvidamos de los acontecimientos. Podemos contar para resolverlo con los recursos tecnológicos y las herramientas de mensajería directa. Un recordatorio unos días antes puede aumentar mucho la asistencia a las reuniones y/o conferencias. Y si pactamos e informamos a las familias sobre qué tipos de comunicaciones y con qué periodicidad se harán, marcaremos unos límites claros con ellos y unos canales de información seguros y coherentes.
¿Qué puede ser un problema?
El profesorado y la familia ven de forma distinta el rendimiento del alumno. Esto genera confusión en los padres.
Algunas soluciones en contexto…
Una práctica útil puede ser compartir los datos del alumno con los padres con regularidad, no dejarlo todo para la reunión o para las evaluaciones finales que llegan en forma de papel a casa. Los docentes podemos ser un punto de comunicación frecuente y positivo y un referente para los padres.
Si a principios de curso se establecen unos límites claros entre el profesor y la familia, a la vez que definidos en tiempo y espacio, esto facilitará la comunicación. Por ejemplo, explicar que cada X tiempo se enviarán notificaciones a los padres con impresiones sobre lo que se ha trabajado en clase, enviar gráficos de rendimiento de forma periódica o definir y describir de forma concreta qué terminología se utiliza en las evaluaciones y qué representa cada término.
¿Qué puede ser un problema?
Los padres tienen dificultades para escuchar comentarios negativos sobre sus hijos.
Algunas soluciones en contexto…
Cuando los padres hacemos bromas diciendo que nuestros hijos son perfectos tiene cierta parte de verdad; en el fondo lo creemos un poco…
Para hacer frente a estas situaciones donde a veces se deben hacer comentarios negativos a los padres respecto sus hijos, estaría bien evitar hacer “paquetes de comentarios” alineados con puntos uno tras otro, y es mejor enfocarlos en el contexto, hora y lugar donde se produce la situación problemática. Podemos acompañar las explicaciones con observaciones específicas y objetivas de lo que ocurre. También puede ser útil si a continuación se describe cómo las acciones del alumno influyen en los demás emocionalmente y explicamos los motivos por los que esto es importante. Una vez llegados a este punto podemos preguntar a los padres cómo podemos resolver de manera constructiva el problema; de esta manera, enfocaremos el problema conjuntamente con ellos y buscaremos objetivos comunes.
¿Qué puede ser un problema?
Los estudiantes no reciben información sobre cómo pueden mejorar.
Algunas soluciones en contexto…
No siempre quien recibe la información comprende lo que se quiere explicar, y quizás no sabemos cómo transmitir esta información a un tercero.
Para ayudar a los alumnos a tomar conciencia de sus aprendizajes y mantener más líneas abiertas en la comunicación familia-escuela, en la escuela de Magnetwood, una escuela pública K-8 de Chicago, promueven exposiciones orales de los alumnos ante los padres y profesores donde exponen reflexiones como “He tenido éxito en…” y “todavía necesito ayuda con…” En otras escuelas, los alumnos comparten en reuniones con los padres y los docentes sus puntos fuertes y débiles, donde además establecen sus objetivos académicos y de conducta, además de hacer una reflexión posterior sobre cómo ha ido la reunión y los cambios que deben producirse desde la misma de cara a un futuro inmediato y a las siguientes reuniones. A medida que avanzan los cursos, los temas van evolucionando hasta discutir sobre sus intereses académicos y profesionales, así como creando planes de acción para prepararse para su futuro.
¿Qué puede ser un problema?
Los padres no saben cómo ayudar a sus hijos a mejorar.
Algunas soluciones en contexto…
Ayudar a los padres a apoyar a sus hijos puede ser tan sencillo como darles algunas indicaciones o replantear las tutorías entre padres y profesores.
Un modelo, utilizado en Creighton, Phoenix, plantea tres reuniones anuales con el grupo de padres y el tutor con el objetivo de proporcionar el asesoramiento y/o apoyo necesario para ayudar a sus hijos. Los padres se reúnen de forma individual con el tutor para observar su rendimiento y ayudan a crear un plan académico de 60 días para su hijo con objetivos específicos, medibles, asumibles, realistas y oportunos para el estudiante. El plan y los resultados son revisados por los padres, el alumno y los profesores durante el año, con las modificaciones realizadas según sea necesario. A veces con una o dos reuniones no es suficiente.
Otros modelos, como el de una escuela de San Diego, Design 39, proponen una serie de talleres a principios de curso para aumentar la seguridad y el vínculo entre la escuela y los padres. En estos talleres invitan a los progenitores al aula durante toda una jornada escolar, y los niños comparten el trabajo diario con ellos. Después los profesores hacen una charla a los padres de 30 minutos sobre el trabajo que los niños hacen en la escuela. Posteriormente se proporcionan recursos a los padres, juegos, web y lecturas que las familias pueden llevarse a casa para utilizarlos con sus hijos.
Reiteramos que esta serie de propuestas están contextualizadas en otra realidad, pero al leerlas podemos observar situaciones y/o dinámicas replicables en nuestros entornos más directos. Quizás algunas serán acciones puntuales, otras de largo recorrido. Pero el pequeño gesto de reflexionar sobre nuestra práctica nos puede hacer cambiar el foco de atención y ya habremos empezado a poner la semilla para mejorar la relación de los docentes con los padres, con incidencia directa sobre los niños y las niñas que atendemos.