Una de las novedades de este curso 2018-2019 que ofrece Trivium es la atención a los alumnos con altas capacidades intelectuales (ACI, en adelante). Una atención integralen que el apoyo se brinda al estudiante, a su familia y al centro escolar donde estudia.
El presente proyecto de intervención psicoeducativa para estudiantes con ACI se sostiene sobre tres pilares fundamentales: 1) el reconocimiento de necesidades educativas especiales de estos alumnos por la Ley Orgánica de Educación (LOE, 2006) y 2) los desacuerdos en la definición del concepto, así como 3) la ausencia de acciones sistematizadas para la puesta en marcha de recursos especializados para este colectivo.
La atención educativa del alumno con ACI y su consideración en la legislación educativa española es un tema relativamente reciente.La LOMCE (11/20133) señala que todos los estudiantes poseen talento y que el sistema educativo debe contar con los mecanismos necesarios para reconocerlo y potenciarlo. En este sentido, el artículo 71 afirma que “las administraciones educativas dispondrán los medios necesarios para que todo el alumnado alcance el máximo desarrollo personal, intelectual, social y emocional”. Por su parte, el artículo 76 se centra en los alumnos con ACI y subraya que “corresponde a las administraciones educativas adoptar las medidas necesarias para identificar al alumnado con ACI y valorar de forma temprana sus necesidades”. A este respecto, la ley enumera dos formas de actuación concretas con estos alumnos: el enriquecimiento y la flexibilización curricular.
Pese a la normativa vigente, la realidad educativa es bien distinta para estos alumnos. En términos generales, el Ministerio de Educación avala que 1 de cada 25 alumnos tiene AACC en alguna de sus manifestaciones.
Los desacuerdos conceptuales, los errores de diagnóstico y la falta de acciones sistematizadas para la formación docente e intervención psicoeducativa protagonizan las historias de este colectivo y sus familias. Los datos del Ministerio de Educación son demoledores: el 70% de los alumnos de AACC tiene bajo rendimiento escolar, y entre un 35 y un 50% de ellos se hallan en el fracaso escolar. Además de esta falta de atención individualizada, este grupo de alumnos se encuentra en una situación de riesgo mayor para aquellos que pertenezcan a minorías étnicas (infradiagnosticados), presenten una doble excepcionalidad, sean de entornos sociales desfavorecidos o cohexistan aspectos clínicos a considerar en la salud mental del estudiante.
El pasado 3 de septiembre, la coordinadora del grupo de investigación en altas capacidades del Colegio de Pedagogos de Cataluña, Mónica Fernández, evidenciaba las cifras de los alumnos identificados con ACI en nuestra comunidad autónoma: 417 alumnos de los 27.133 diagnosticados en España, lo que lleva a situarse a esta región en el undécimo lugar del ránking nacional (https://www.lavanguardia.com/vida/20180903/451590565325/casi-2200-escolares-en-madrid-han-sido-detectados-como-superdotados.html).
El estudio del concepto de la alta capacidad intelectual y los programas de intervención dirigidos hacia su optimización requieren de una revisión de su definición y las estrategias psicoeducativas destinadas a tal fin. A este respecto, estamos asistiendo a una conceptualización de la inteligencia y la alta capacidad multidimensional y multideterminada. Se reconoce el potencial intelectual del alumno de características extraordinarias, pero se exige, a su vez, la actuación de los agentes ambientales (educativos, sociales y familiares) que inciden directamente en su expresión y cristalización a lo largo del desarrollo.
Las nuevas conceptualizaciones de la inteligencia mencionadas anteriormente conllevan implicaciones psicoeducativas fundamentales: la inteligencia es necesaria, pero no suficiente, para la expresión de la superdotación y el talento. Es por esta razón que los programas de intervención deben considerar la naturaleza, el funcionamiento y el desarrollo de la alta capacidad intelectual (Ziegler, Stoeger y Vialle, 2012, Van Tassel-Baska, 2014, Subotnik y cols., 2011). No obstante, si hay un punto de partida fundamental y necesario es la identificación fiable y válida del alumno con altas capacidades a partir de la buena delimitación del concepto. El diagnóstico se considera así el punto de inicio de la intervención psicoeducativa.
Por otro lado, una cuestión muy relevante a la hora de planificar una intervención es la consideración de los agentes que van a influir en el desarrollo del niño con altas capacidades. En este sentido, los programas de enriquecimiento reconocen, en la figura del profesor, un excelente identificador de alumnos con altas capacidades, preferentemente en variables relacionadas con el aprendizaje. Además, la colaboración entre la familia y la escuela resulta imprescindible. La familia puede aportar información muy relevante en cuanto a las características y los potenciales del niño que no son observados en el entorno escolar, acerca de los sentimientos y la percepción que manifiesta en casa en torno a la escuela, así como las vivencias familiares que pueden estar influyendo en el desarrollo del niño. Este intercambio de información será muy útil para establecer pautas de actuación conjuntas. El clima entre la familia y la escuela debe ser colaborativo, en un entorno donde se compartan objetivos comunes y una definición de roles bien establecidos y bien diferenciados para los dos entornos de desarrollo del niño.
Las tres grandes estrategias que se han implantado para la atención a la alta capacidad intelectual en el ámbito escolar han sido la aceleración, el agrupamiento y el enriquecimiento. La principal limitación de las estrategias tradicionales es que están muy orientadas a los contenidos, es decir, al aprendizaje formal. Una segunda fuente de limitaciones, derivada de la anterior, reside en que los resultados de la intervención se validan dentro del mismo sistema educativo, habitualmente en forma de rendimiento académico. Las estrategias de enriquecimiento son las que aparecieron más tarde y se inspiraron no en las perspectivas de los sistemas educativos tradicionales, sino en la individualización de los aprendizajes.
Los alumnos con altas capacidades requieren retos y propuestas que les permitan poner en juego sus habilidades, y ponerse a prueba ellos mismos. La sucesiva vivencia de situaciones que son conseguidas con escaso, e incluso, sin esfuerzo, genera importantes niveles de baja motivación y, consecuentemente, el riesgo de participar de forma activa en las actividades del aula. Por estos motivos, una de las aproximaciones más relevantes gira en torno a la diferenciación del currículo para los aprendices con ACI en contextos curriculares (o extracurriculares), atendiendo a los rasgos básicos de que su aprendizaje es más veloz, pero, sobre todo, más complejo, de mayor profundidad y posiblemente de mayor creatividad.
Adquiera el formato que adquiera, una característica fundamental o requerimiento de estos programas de enriquecimiento es que parten de una educación desde la diferenciación o individualización del currículo. Esta característica se torna imprescindible para que el aprendiz más dotado progrese en su trayectoria de desarrollo. En este sentido, se busca una intervención temprana desde el “potencial” en la infancia mediante la exposición a actividades de enriquecimiento escolar, extraescolar y familiar, que desarrollen conocimientos y habilidades fundamentales en el emplazamiento adecuado (Sastre-Riba, 2015).Por otro lado, a la hora de planificar estas intervenciones es necesario tener el claro propósito de provisión de recursos, servicios y programas (el qué) para la alta capacidad con un criterio que determine su efectividad.
El conocimiento y la consideración de todo lo expuesto vertebra los ejes de actuación del proyecto de intervención en alta capacidad intelectual de Trivium, que ofrece los siguientes servicios:
1. Detección e identificación de la superdotación y talento para el diagnóstico, la clarificación y el establecimiento de prospectivas adecuadas.
2. Formación continuada para el profesorado y desarrollo profesional mediante programas específicos de conocimiento y habilidades específicas para la promoción de la alta capacidad intelectual.
3. Implementación de programas avanzados de aprendizaje.
4. Apoyo a la actividad y contenidos desarrollados en el aula.
5. Supervisión del progreso individual.
6. Asesoramiento familiar y responsables escolares: qué se puede ofrecer, soporte en situaciones específicas de aprendizaje, expectativas familiares, relación padres-hijo, relación entre hermanos…
7. Establecimiento de redes con otros programas regionales y nacionales (competiciones, campus de verano, etc.), como una red para la promoción del talento y de la superdotación.
Desde nuestro centro queremos dar una respuesta que permita dotar a la escuela del alumno talentoso y superdotado de una organización escolar que facilite el desarrollo del potencial atendiendo a las actividades, la involucración del aprendiz y su progreso. Nuestro objetivo último es proveer al estudiante con alta capacidad de experiencias organizadas con la profundidad e interconexión precisas, continuidad temporal y con evaluación del logro. No obstante, y retomando el principio de este artículo, esta intervención no sería completa sin la intervención psicológica en diferentes áreas del desarrollo como la social, la afectiva y lae mocional. De este modo, buscamos el ajuste de los alumnos con ACI a los ambientes tanto escolar como social y familiar.