Los contextos laborales dedicados a la formación, el acompañamiento y el asesoramiento de niños y familias a nivel individual pueden generar un fuerte impacto en la respuesta del especialista que se dedica a ello, tanto a nivel profesional como personal. Este efecto suele ser menos probable cuando se trabaja en equipos que utilizan los medios adecuados, acumulan experiencia y hacen uso de procedimientos de supervisión o intervisión y coordinación adecuados.
La intervisión ayuda a compartir riesgos y a tomar decisiones evitando el aislamiento profesional en la práctica con niños y/o famlias. También ayuda a mejorar la calidad del servicio que ofrecemos, y, a la vez, mejora el espacio relacional de los profesionales y su seguridad de actuación. En este sentido, el equipo ha de ser capaz de trabajar en tres dimensiones esenciales:
SENTIR. Crear un espacio donde poder atender las relaciones con los compañeros, tener en cuenta las emociones y los sentimientos que están involucrados. En esta dimensión debe ayudar a permitir apreciar a nuestros compañeros, reconocer su valor como personas; comprender, ser capaces de ponernos en el lugar del otro; confiar en uno mismo y en el equipo.
PENSAR. A la vez, es asimismo importante tener en cuenta el conocimiento, las ideas y la capacidad de razonamiento para poder atender de forma adecuada las acciones del equipo. En esta dimensión debemos enmarcar los objetivos para decidir hacia dónde queremos ir y ser capaces de definirlos; poder identificar y aplicar los valores como equipo; facilitar la reflexión entre todos para aprender y mejorar.
ACTUAR. Poder atender con eficacia, eficiencia y con los recursos necesarios para que la acción y la energía de las personas y los equipos obtengan los resultados deseados. Organizar la acción y armonizar los esfuerzos; conocer a los compañeros y delegar responsabilidades; conocer la propia autoridad y utilizarla adecuadamente; evaluar con criterio y ser justos para aprender y mejorar; medir bien las acciones, estar atentos, reaccionar bien y a tiempo, así como mantenerse atento a las metas y los méritos.
Poner el foco en estas tres dimensiones y en toda la complejidad de los equipos de trabajo nos debe permitir crear espacios para analizar y reflexionar sobre los casos donde interviene el profesional o el equipo de profesionales. Ser capaces de crear un espacio donde se pueda:
– Dar seguridad con una red de apoyo para prevenir el desgaste profesional.
– Fomentar y promover las relaciones entre los diferentes profesionales.
– Detectar y definir nuevas necesidades tanto de forma individual como colectiva.
– Conocer la realidad de cada profesional de forma conjunta.
– Compartir formas y metodologías útiles para movilizar el sistema y producir cambios.
¿Se puede evaluar el espacio?
Los mecanismos de evaluación del espacio son muy importantes. Puede ser positivo realizar dos evaluaciones por encuentro, una donde las personas que han expuesto un caso puedan reflexionar sobre cómo ha ido la sesión, como se han sentido exponiendo, y hablar de esta evaluación con el resto del grupo. La segunda, más individual y anónima, se puede hacer mediante el envío de un cuestionario online a rellenar por cada participante de la sesión.
Con estos mecanismos se intenta mantener la calidad del espacio y facilitar la evolución del mismo según las nuevas necesidades que presenta el equipo.
En general, las personas estamos en constante evolución y en consecuencia las relaciones que establecemos con los demás también, y éstas construyen realidades. Un espacio donde compartir realidades en entornos de trabajo, y más en ámbitos como el nuestro, se convierte hoy en día en una herramienta altamente útil y
necesaria.