Por: Marta Jiménez
Cada vez es más habitual oír hablar de lo que la literatura anglosajona llama twice-exceptional students, o, dicho en nuestro idioma, los “estudiantes 2e”, con doble excepcionalidad. Son alumnos con altas capacidades intelectuales y, a la vez, dificultades de aprendizaje. La particularidad de estos estudiantes se encuentra en el hecho de que aparezcan de forma simultánea dos fenómenos que hasta hace poco se consideraban contrapuestos e incompatibles.
Pero ¿qué entendemos por altas capacidades y por dificultades de aprendizaje?
Las altas capacidades se han estudiado desde diferentes perspectivas y se pueden englobar en numerosas definiciones. De una manera resumida y sencilla, podríamos decir que son personas con facilidad para manipular la información abstracta que reciben del medio y hacerse una idea propia con rapidez para integrar nuevos aprendizajes y mucha curiosidad. A nivel de personalidad, pueden destacar por ser perfeccionistas y tener bastante creatividad. Sin embargo, sería un error considerarlos como un grupo homogéneo; existe mucha diversidad y no hay unos criterios firmemente marcados.
Por otro lado, cuando hablamos de personas con dificultades de aprendizaje nos estamos refiriendo también a un grupo muy heterogéneo, ya que pueden ser dificultades relacionadas con el lenguaje oral o escrito, el cálculo matemático, relacionadas con la atención o la concentración, dificultades para controlar los impulsos, la destreza con la motricidad fina y un largo etcétera.
Llegado a este punto, podemos plantearnos: ¿una persona puede tener altas capacidades si presenta dificultades de aprendizaje? La respuesta, según las últimas investigaciones, es que sí.
Las personas con doble excepcionalidad pueden pensar, hablar y razonar conceptos sin ninguna dificultad, pero tener problemas a la hora de demostrar lo que saben de forma mecánica y/o automática o de forma ejecutiva (a través de la lectura y la escritura, la organización, etc.). El diagnóstico en estos casos es difícil, ya que debido a su alta capacidad tienen recursos para “ocultar” o, mejor dicho, “compensar” sus dificultades. Hasta ahora, la mayoría de estas personas pasaban desapercibidas para situarse en un nivel medio del ámbito académico, o se les detectaban las altas capacidades pero su bajo rendimiento académico se justificaba por una falta de motivación o incluso apatía o vagancia.
Por este motivo, el diagnóstico es tan importante como complejo, ya que ambas necesidades pueden hacer que tengan sensaciones de desconexión y diferencia de su entorno, llegando a tener riesgo de que haya un fracaso escolar. Normalmente son alumnos con una autoexigencia muy alta debido a sus altas capacidades, y su frustración puede ser muy elevada, ya que no poder cumplir con sus propias expectativas les puede generar un gran resentimiento.
Además de la realización de un buen diagnóstico, también se debe tener muy en cuenta la posterior intervención. Se deben valorar muy bien las necesidades específicas e individuales de cada uno de ellos, no sólo en el ámbito académico, sino también a nivel personal y anímico. En los casos de doble excepcionalidad, no sólo se necesita una atención centrada en la dificultad, sino que también es necesaria una respuesta en función de la potencialidad.
Estos nuevos estudios nos muestran que es importante no caer en expectativas estereotipadas cuando hablamos de personas con altas capacidades o de personas con dificultades de aprendizaje, ni, en este caso, cuando hablamos de personas que combinan esta doble excepcionalidad.