Por: Marta Reinoso
En la literatura científica se han identificado dos subtipos de víctimas de violencia escolar (bullying): las víctimas sumisas y las víctimas agresivas. Estas variantes parecen reflejar maneras diferentes de reaccionar ante las agresiones de los compañeros. Las víctimas sumisas son aquellas que responden a la situación de violencia con conductas de aislamiento, evitación o retraimiento, mientras que las víctimas agresivas presentan un patrón de comportamiento hostil y agresivo combinado con la situación de victimización.
El estudio realizado por De Moral, Suárez, Villarreal y Musitu se centra en el segundo subgrupo y tiene por objetivo analizar los perfiles de víctimas agresivas, de acuerdo con la información proporcionada por estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Concretamente, en la investigación participaron 72 adolescentes (40 chicas y 32 chicos) de entre 12 y 16 años pertenecientes a cuatro centros de la comunidad autónoma de Andalucía.
Los autores, siguiendo los principios de la teoría fundamentada (Grounded Theory), emplearon una aproximación cualitativa para la recogida de datos —grupos de discusión y entrevistas en profundidad— y su posterior análisis, con el propósito de elaborar hipótesis y de generar nuevos significados. En una primera fase se observó que los datos obtenidos reflejaban la realidad escolar, ya que representaban los diferentes roles y posiciones dentro del aula (agresores, víctimas, mediadores e iguales). En una segunda fase, se identificaron seis tipos de víctimas agresivas.
El primer tipo es la víctima agresiva por acumulación de estrés (también llamada “olla a presión”), que aguanta pasivamente las burlas, los insultos, los golpes y otras manifestaciones agresivas por parte de sus compañeros/as hasta que, repentinamente, reacciona de forma reactiva a las presiones sin pedir ayuda a los otros (iguales o adultos). El segundo perfil de víctima identificada es la víctima provocativa; se trata de jóvenes contestatarios/desafiantes con los/las compañeros/as y el equipo de profesorado, que resultan molestos en clase y a menudo son rechazados/as. El tercer tipo descrito es la víctima por contagio; en este caso, se trata de personas que se juntan con alguien violento y se “contaminan” volviéndose proactivas en las agresiones. El cuarto tipo hace referencia a la víctima delatora, que no afronta directamente el conflicto sino que pide ayuda/responsabilidad a los adultos (padres/madres o profesorado). El quinto perfil es la víctima agresiva por desplazamiento, que expresa en casa (contra padre/madre o hermanos/as) la frustración acumulada en el contexto escolar. Por último, otro subtipo de víctima por desplazamiento lo configuran aquellos/as chicos/as que agreden a compañeros/as en la escuela pero que son víctimas de violencia en el hogar.
Las implicaciones prácticas de estos resultados son de gran relevancia. Por un lado, se destaca la estrecha relación existente entre el hecho de ser o haber sido acosado y el comportamiento violento. Por otro, los datos muestran que las víctimas agresivas representan un subgrupo numeroso y heterogéneo, el cual a menudo ha sido obviado. Por tanto, los esfuerzos dirigidos a discernir tanto el proceso desencadenante del comportamiento hostil de la víctima como la dinámica y los agentes implicados en el ciclo de agresión-victimización son muy necesarios. También es igualmente importante considerar y trabajar la percepción que tienen los/las jóvenes respecto de los adultos como figuras de autoridad y, a su vez, de cuidado y acompañamiento.
Artículo de referencia
Del Moral, G., Suárez, C., Villarreal, M. E. y Musitu, G. (2014). “Types of aggressive victims in bullying situations at secondary school”. Journal for the Study of Education and Development, 37(2), 399-428.