Anna Bayo
Desde hace unos años surge en nuestro país una necesidad de renovación educativa y de cambio en las escuelas.
Nos cuestionamos la escuela tradicional, la fragmentación de los contenidos en asignaturas, el uso de libros de texto, los exámenes y los deberes… En medio de este revuelo resurgen con fuerza las llamadas “pedagogías alternativas” y los nombres de Montessori y Waldorf se convierten en “marcas educativas” que llevan implícito el sello de calidad e innovación pedagógica. Pero lo cierto es que no se trata de innovación. No inventamos nada nuevo, sino que rescatamos métodos que se llevan utilizando desde hace casi 100 años. Métodos que desenfocan los objetivos tradicionales, las calificaciones y evaluaciones, y se centran en el desarrollo del niño, sin estar pendiente de la edad o de cumplir unos contenidos curriculares concretos.
Hacer una mirada desde otra perspectiva no es una mala opción, pero, como todo, no hay que dejarse deslumbrar por la tendencia. Es importante conocer en qué se basan estas metodologías para poder discriminar, decidir y entender hacia dónde queremos que vaya enfocada la educación de nuestros hijos.
¿En qué se basan las llamadas “pedagogías alternativas”?
Para dar cuatro pinceladas podríamos decir que los puntos comunes de la filosofía de las pedagogías que se plantean como alternativa a la escuela tradicional buscan una educación integral. Se trabaja para proyectos de larga duración en espacios preparados. No se utilizan libros de texto ni calificaciones cuantitativas. Las actividades artísticas tienen un peso importante. El papel del maestro es el de “acompañante” o “guía”, más que de sabio transmisor de contenidos.
Durante los primeros años se da mucha importancia a la vida práctica y doméstica para que los niños desarrollen su independencia personal y su autosuficiencia.
Se tiene especial cuidado de los espacios, los materiales, los colores y la presentación de las dinámicas. Los niños tienen más libertad de desarrollo y trabajan de forma individual o en pequeños grupos, pero son ellos mismos quienes eligen las actividades que quieren hacer en cada momento (de las propuestas en el espacio o el aula de trabajo).
Métodos Montessori y Waldorf
Maria Montessori y Rudolf Steiner, ilustres pedagogos del siglo xx, diseñaron modelos exitosos sobre cómo educar y hacer en las escuelas. Los puntos más importantes en que se basan sus filosofías son:
MÉTODO MONTESSORI. Se basa en el hecho de que la propia motivación del niño es la que generará aprendizaje. De ahí que el profesor actúa como guía y proporciona materiales concretos, en función de los intereses de cada niño. En este caso los materiales tienen una gran importancia, ya que cada uno de ellos tiene una finalidad determinada y definida y es el niño quien decide el tipo de actividad que quiere hacer. El niño experimenta y explora cómo utilizarlo y él mismo autocorrige y redirige el proceso en caso de error.
MÉTODO WALDORF. Se concibe al ser humano como una globalidad y lo más importante es la formación del espíritu para un buen desarrollo personal. Se utiliza mucho el juego libre y el contacto con la naturaleza. Durante la primera etapa de la infancia la educación se centra en recrear espacios y situaciones domésticas y predomina la acción, el movimiento y la imaginación. A partir de los 7 años se empieza a introducir el aprendizaje de la lectoescritura.
El maestro es un modelo y una inspiración, no sólo un guía. Se establecen ritmos de trabajo con el objetivo de proporcionar seguridad.
Premia la imaginación y la creatividad y, por tanto, en este caso, los materiales son rudimentarios y no tienen finalidades educativas concretas, su uso depende del niño.
Así pues, ¿qué es lo mejor?
Debemos tener en cuenta que el sistema perfecto no existe. Todas las metodologías están sujetas a críticas. Lo más importante es la forma en que cada profesor lleva a cabo las prácticas, estén o no centradas en una metodología concreta, y cómo éste es capaz de ajustar en el grupo clase. A la vez, como familia, debemos intentar adoptar también estos modelos en nuestra crianza. La educación no debe quedar entre las paredes del aula de la escuela.
Podríamos decir que seguir un método determinado no es tan importante ni determinante como el hecho de centrarnos en el objetivo común, familia-escuela, de fomentar la autonomía, la libertad, el espíritu crítico, la creatividad… Que los niños y jóvenes puedan dar sentido a las cosas, las comprendan, ayudará a que las repitan o que las dejen de hacer. Ofrecer oportunidades de aprendizaje basados en proporcionar interés y curiosidad, con el acompañamiento y la guía del adulto, fomentará el esfuerzo, la perseverancia, la constancia y la capacidad intrínseca del niño tenga la marca que tenga, siga el método que siga.