La llegada del verano es el momento que todos los estudiantes están esperando para comenzar las tan ansiadas vacaciones estivales y dejar de lado, al menos durante unos meses, las obligaciones escolares. Viajes, piscina, playa, naturaleza o descanso… Los alumnos de primaria, secundaria y bachillerato tienen una media de once semanas de vacaciones. Para muchos este tiempo es demasiado, y acecha la amenaza de que se olviden los conocimientos adquiridos en el colegio. Padres, profesores y profesionales de la intervención psicoeducativa estamos de acuerdo en que el descanso es merecido después del ritmo que han llevado los estudiantes durante nueve meses.
No obstante, el verano puede ser una ventana de tiempo en que afianzar las competencias desarrolladas durante el curso. Las vacaciones suponen un cambio de escenario y de personajes que tiene, por sí mismo, un valor para el aprendizaje si éste está planificado y bien enfocado. No se trata del eterno debate entre deberes sí, deberes no; se trata de que ese merecido descanso tenga espacios dedicados a seguir aprendiendo, pero de otra manera.
La planificación del verano sería la clave para poder sacar provecho de las semanas en las que el calor aprieta y la piscina parece incompatible con labores académicas. Desde Trivium consideramos de vital importancia que el verano sea una época en la que se consoliden las competencias trabajadas a lo largo del curso para que la llegada de septiembre sea menos temida por padres y alumnos.
Una de las cuestiones que podemos enfatizar en este artículo es que podemos entrenar los conocimientos de forma lúdica. Las reuniones familiares o sociales pueden constituir un buen escenario para desarrollar las capacidades intelectuales y de entrenar una de las habilidades y competencias tradicionalmente más deficitarias en nuestro sistema educativo: hablar en público. A los niños les encanta hablar en público y sentirse protagonistas. Aprovechar este tiempo para escucharlos y también para que nos escuchen a nosotros es otra excelente forma de contribuir a su desarrollo personal e intelectual.
Hay que enseñar a los niños que los conocimientos son algo útil y eficaz, algo que les ayuda para la vida. El verano es un momento magnífico para que los niños se den cuenta de lo que han aprendido y de lo bueno que es saber más para la vida diaria. Una buena forma de lograrlo es plantearles, en forma de reto, que desarrollen una actividad para demostrarnos y demostrarse a sí mismos algo de lo mucho que han aprendido. En un niño pequeño, puede ser escribir una carta o una postal para la persona que él elija y enviarla. Un alumno de secundaria puede elaborar un resumen creativo del verano, del viaje que ha realizado, en dibujos, diapositivas, vídeo o como quiera. Una actividad de este tipo no sólo será un buen entrenamiento intelectual para no perder la forma, sino que además fomentará la autoestima de los niños.
Las matemáticas también tienen su espacio en la vida cotidiana de una familia. Por ejemplo, una forma de que un niño de siete años haga matemáticas sin tener la sensación de estar haciéndolo es dejándolo que se encargue de pagar y de que esté pendiente de que le den el cambio correcto.
También conviene reservar un tiempo a la lectura, y en según qué circunstancias, la lectura en voz alta. Esta actividad puede planificarse en familia, de manera que el niño sienta que gana la atención del resto de los miembros a partir de esta actividad, con el poder reforzante que esto tiene en sí mismo. En cualquier caso, es necesario tener en cuenta que los niños imitan lo que ven, y si ven a los padres leer lo normal es que ellos lean. Si ven a sus padres con la tableta o el móvil pensarán que esa es también la mejor forma de ocio.
Si bien defendemos la idea de que las vacaciones son para descansar, esto no es sinónimo de que no se haga nada. Y lo primero que hay que enseñar a los niños es que deben contribuir a las tareas domésticas, ayudando a que el tiempo de descanso lo sea para todos, también para sus padres. Que se vistan solos y aprendan a recoger la ropa cuando son pequeños, que hagan la cama y mantengan ordenada su habitación, que ayuden a poner y quitar la mesa o a poner los platos en el lavavajillas o incluso a preparar la comida o la cena, que colaboren haciendo la compra o yendo a hacer algunos recados son tareas muy recomendables que contribuyen más de lo que se piensa a su desarrollo personal y también a su felicidad presente y futura.
Otra idea en esta misma dirección es reservar un día en el que todas las actividades son decididas por ellos, pero también desarrolladas por ellos (aunque sea con nuestra ayuda). Ellos son los jefes y deciden el calendario de la jornada. Que todo salga bien depende de ellos.
Siempre que se pueda, viajar es ya en sí mismo una forma de aprender y madurar y desarrollarse intelectual y personalmente. Si tenemos esa suerte de poder viajar, lo que hay que evitar a toda costa es que los niños formen parte simplemente del equipaje. Darles responsabilidad en la planificación y el desarrollo del viaje, dejarles que se informen y sean los que elijan algunas actividades en concreto y que tengan que ponernos al día a nosotros de lo que estamos viendo o vamos a hacer, permitirles que sean ellos los que pidan en el restaurante o se hagan responsables de su documentación en el hotel o en el aeropuerto, dejar que nos saquen los billetes de los museos o de los espectáculos a los que vamos a ir…, todo eso implica potenciarles su autonomía y su capacidad intelectual.
Los museos, los conciertos, y las actividades culturales son actividades que pueden completar conocimientos y habilidades trabajadas durante el curso.
Para acabar el artículo tenemos que hacer una mención especial de la televisión, del móvil y de los dispositivos electrónicos. Si hemos hablado de la importancia de la planificación y la distribución del tiempo para el desarrollo de todo tipo de tareas, el uso de este tipo de ocio no debe ser una excepción. Nuestro consejo es no utilizar estos dispositivos ni como premio ni como castigo. De esta manera no dotamos de un valor diferencial a estos dispositivos como la mejor forma de ocio. Una vez más, las normas aplicarían a todos los miembros de la familia, donde los espacios para la comunicación, el diálogo y el “estar presente” no deberían verse amenazados con la demanda apremiante de un mensaje sin contestar.
Y tened claro, queridas familias, que jugar, nunca es perder el tiempo.
Buen verano! Nos vemos en septiembre!