Por: Marta Reinoso
La cultura de ocio y entretenimiento ha experimentado profundos cambios en nuestra sociedad. A nivel familiar, la crisis económica de los últimos años ha dejado huella: las dinámicas familiares y el espacio-tiempo de convivencia se han visto condicionados por las limitaciones económicas, la precariedad laboral y las dificultades de conciliación. También las nuevas tecnologías y las redes sociales han tenido un fuerte impacto en las actividades recreativas, especialmente en el caso de los jóvenes, hasta el punto de preocupar el uso excesivo y la dependencia de las pantallas.
Conocer estos cambios y cómo afectan en el día a día, concretamente en el caso de los/las adolescentes y jóvenes, ha sido el objetivo de un reciente estudio publicado en la revista Pedagogía Social. En este trabajo empírico liderado por Ferreira han participado 3.306 adolescentes (51% chicas) de entre 12 y 17 años del primer y segundo ciclo de la ESO. Se recogieron datos en centros educativos de todas las comunidades autónomas del territorio español, tanto públicos como privados, de entorno rural y urbano, con el fin de asegurar la representatividad de la muestra. La aproximación metodológica es plural, resultado de la combinación y triangulación de diferentes métodos (cuantitativos y cualitativos), técnicas (cuestionarios, grupos de discusión, estudio de casos, agendas y dietarios) e informantes (documentos oficiales y autoinformes).
Los resultados de la investigación muestran divergencias en los hábitos de ocio de los adolescentes en función del contexto familiar. Un primer aspecto a tener en cuenta es el nivel educativo, puesto que los jóvenes con padres y madres sin estudios o con pocos estudios —en comparación con aquellos cuyos progenitores cuentan con un alto nivel de formación— dedican más tiempo (al menos 1 h a la semana) a los juegos electrónicos (34% vs. 19%), las redes sociales (41% vs. 27%), la televisión (50% vs. 24%), el teléfono móvil (18% vs. 11%), no hacer nada (13% vs. 6%) y también menos tiempo a la lectura (9% vs. 11%).
Parece, pues, que los entornos familiares caracterizados por un alto nivel educativo favorecen un ocio activo y participativo, creativo y precursor del ocio cultural. Aunque, pese a estas diferencias, los investigadores destacan la existencia de un patrón común y generalizado en la elección de las actividades de ocio: ver la televisión y estar con la familia son las actividades a las que los jóvenes en general dedican más tiempo, mientras que la lectura queda en último lugar (sólo un 10% dedica más de una hora al día). La situación laboral de los progenitores ejerce también una influencia determinante. Así, los adolescentes que pertenecen a familias en las cuales ni el padre ni la madre trabajan dedican más horas a los juegos electrónicos, a ver la televisión, a estar con la familia y a leer, y menos horas a no hacer nada, en comparación con aquellos de los cuales al menos uno de los dos progenitores está en activo. Es un dato significativo el hecho que compartir espacio y tiempo no implica necesariamente un menor uso de las tecnologías. Pese a todo, cabe destacar positivamente el incremento de la lectura: quizás la presencia de los padres y las madres o la facilidad de acceso y gratuidad favorecen la actividad.
En cuanto a la estructura familiar, los resultados de este trabajo indican que los adolescentes pertenecientes a familias monoparentales dedican más horas a actividades lúdicas que sus iguales de hogares biparentales. Según los autores, la presencia/ausencia de un adulto significativo y de referencia ejerce una gran influencia en el día a día de los jóvenes y en su desarrollo.
Por otro lado, el estudio también aporta datos acerca las actividades de ocio fuera de casa, evidenciando un patrón claramente asociado a la edad. Así, el ocio nocturno y el acceso a bares y espacios de diversión es más frecuente entre los adolescentes de más edad, mientras que el desarrollo de actividades artísticas y lúdicas (por ejemplo, pintura, música o pasear) es más común entre los adolescentes más jóvenes. Por otro lado, tal y como se hipotetizaba, el deporte es uno de los principales ámbitos de ocio de los adolescentes, especialmente de lunes a viernes (el 51% lo practica regularmente). Por contra, el tiempo dedicado a las actividades de voluntariado es muy escaso (menos de un 5% dedica al menos un día a la semana).
El tiempo libre y el ocio juegan un importante papel en el desarrollo de la persona. Son espacios caracterizados por la oportunidad de adquirir nuevos conocimientos, actitudes y valores, hacer emerger nuevos talentos y desarrollar el potencial en un contexto de experimentación, pausa y encuentro. Son espacios para la experimentación, para la pausa y el encuentro, y tal como este estudio muestra son importantes también las personas que nos acompañan. Así pues, buena compañía… ¡y buenas vacaciones!
Artículo de referencia
Ferreira, J. P., Pose, H. y De Valenzuela, A. L. (2015). “Leisure time in high schools’ students in Spain”. Pedagogía Social. Revista Interuniversitaria, 25, 25-49.